martes, 27 de octubre de 2015

Wayward Pines: Matt Dillon haciendo de Sylvester Stallone en un final poco creíble

    La serie entretiene. Se deja ver. El suspense está siempre ahí. Queremos sabes qué es lo que realmente ocurre en el pueblo de Wayward Pines, idílico, pero con unos habitantes extraños.

    Todo es perfecto en cuanto a la trama, la intriga y la espectación. Hasta que llega el último capítulo en el que se diluye lo bien trazado del guión. Porque es un final de la primera temporada hecho como deprisa y corriendo, con muchos tópicos y desenlaces poco creíbles. 

    Por ejemplo, las terribles criaturas que al principio acechan, al final son menos terribles, pero dejan de ser veloces y las puedes matar de cualquier manera. No cuela. Como si un rotweiller se convirtiera en un chucho.


    Si bien es cierto que el agente del servicio secreto Ethan Burke (Matt Dillon) sufre un accidente y despierta en el hospital de Wayward Pines, entre enfermeras frikis y ciudadanos de comportamiento extravagante, mientras busca a dos compañeros desaparecidos en el pueblo, no es menos cierto que el secreto que esconde esta población de Idaho es inesperada y terrible.

    Muchos pasajes nos acercan al surrealismo de 'Perdidos', mientras que otros nos llevan a 'Solo ante el peligro' o a 'Copland' con el inefable sheriff Stallone o incluso 'El señor de las moscas' y 'Las brujas de Salem'. Todo un bloody mary de géneros.

    Poco a poco no sabemos qué es real y qué es mentira en un poblado del que no se puede escapar por mucho que Dillon lo intente. La respuesta -una locura de explicación- la tiene el psiquiatra Dr. Jenkins (Toby Jones).

    Pam Pilcher (Melissa Leo) y Megan Fisher (Hope Davis) están magníficas. Infunden un miedo atávico. Muy buenos personajes.

    Nota: 8. Interesante, pero no imprescindible.

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